viernes, 24 de julio de 2009

La cosa va de estrellas

Trás una cena sancilla, cuando salgo al proche incontables estrellas titilan sobre mi cabeza. Más que un cielo tachonado de estrellas, parece quelas hayan esparcido al azar. Ni siquiera en el planetario se ven tantas. Algunas son gigantescas, rebosantes de vida. Parecen hallarse al alcance de mi mano. La visión es tan hermosa que quita el aliento.
Pero no solo es hermosa. "Si, las estrellas también viven y respiran, igual que los árboles" pienso. Ahora me están contemplando. Saben lo que he hecho hasta este momento, saben lo que me dispongo a hacer en el futuro. Nada escapa a su mirada, ni el más trivial de los detalles. Bajo este cieggo resplandeciente vuelve a invadirme un pánico atroz. Se me hacedificil respirar, los latidos del corazón se me aceleran. Hasta hoy había vivido bajo un número prodigioso de estrellas y ni siquiera había reparado en su existencia. No me había detenido un solo segundo a pensar en las estrellas. Y no sólo en las estrellas. ¿Cuántas miles de cosas habrá en este mundo que desconozco? ¿Cuántas cosas en las que no he reparado jamás? Al pensar en ello, me siento terriblemente impotente. Vaya adonde vaya no podré huir jamás de esta impotencia.

Kafka en la orilla. Haruki Murakami

Nadie es un sabio. Nadie abarca todo. Nadie tiene fuerza para soportar el mundo. ¿Quieres ser nadie?

domingo, 5 de julio de 2009

De princesas y principes

Había una vez un campesino gordo y feo que se había enamorado (¿Cómo no?) de una princesa hermosa y rubia...
Un día la princesa -vaya usted a sabes porqué- dió un beso al feo y gordo campesino... y, mágicamente, éste se transformó en un esbelto y apuesto principe.

Por lo menos, así lo veía ella...
Por lo menos, así se sentía él...

miércoles, 1 de julio de 2009

Diarios de Adán y Eva

Las estrellas son hermosas. Me gustaría coger algunas de ellas para ponérmelas entre el pelo. Pero supongo que nunca lo podré hacer. Sorprendería saber lo lejos que están, porque la verdad no lo parece. Cuando anoche empezaron a hacer aparición, traté de golpear algunas con un palo, pero fue imposible alcanzarlas, cosa que me extrañó;luego intenté lanzarles terrones de tierra, pero no le di a ninguna. Y ello porque soy zurda y no puedo lanzar como es debido. Incluso cuando apuntaba a la que no quería, no conseguía darle a la otra, aunque a punto estuve de alcanzarlas, pues vi la mancha negra del terrón dirigirse hacia los dorados grupos de estrellas unas cuarenta o cincuenta veces y no acertar por poco, y si hubiera aguantado un poco más probablemente hubiera hecho caer alguna de ellas.
Así que lloré un poco, lo cual supongo es algo natural para alguien de mi edad y, trás tomarme un descanso, cogí una cesta y me fuí a un lugar situado en el borde extremo del círculo, donde las estrellas se hallan más cerca del suelo y podía cogerlas, con las manos, lo que hubiera preferido, en cualquier caso, porque así podría cogerlas con suavidad y sin romperlas. Pero estaban más lejos de lo que me imaginaba y, al final, tuve que renunciar a mi propósito. Estaba tan cansada que no podía dar un paso ni a rastras, y, además, tenía los piés muy doloridos y lastimados.

Mark Twain