martes, 18 de febrero de 2014

Una décima de segundo

Aunque todos los días parezcan iguales, cierto es que no lo son.

Siempre hay cosas que terminan marcándote y que hacen que ese día sea diferente al resto. A las personas observadoras, nos pasa, ese minúsculo detalle puede ser cualquier cosa que aparentemente pasa desapercibida. Puede ser la forma del dedo de una persona, un zapato tirado en la calle, o un coche que echaba demasiado humo. Cualquier cosa con tal de que rememore algún recuerdo o construya un nuevo hilo en nuestro pensamiento.

A mí, hay cosas que aunque no me he dado cuenta, me han marcado. Hoy he intentado hacer memoria de las cosas de las que tengo un recuerdo fiel y que me han hecho cambiar algo de mi vida, y el episodio no supera los 2 minutos:

- La chica del bus, que aunque llevaramos de atasco 3 horas, no podía apartarse de su lectura. Compré el libro y entendí por qué.
- La señora mayor que pedía dinero en la puerta del supermercado. Un día no estaba. Llevo buscándola un año, preocupada. La he vuelto a ver hacer poco. Me he alegrado muchísimo.
- El señor que pedía la hora desesperadamente en el metro, nadie se la daba, y todo por que no iba vestido como todos los demás. Yo se la dí. Y corroboré que jamás voy a tratar a nadie diferente, aunque sea diferente, aunque parezca diferente.
- El día que en el patio del colegio se me cayeron todos los tazos del portatazos. Sentí que caía en un abismo viendo a todos los niños cogerlos y guardárselos sin poder hacer nada. Un mayor se los quitó y me los dió. Siempre que crees que caes, siempre, hay alguien que puede ayudarte.
- La paloma que se posó en el árbol de enfrente de mi casa. La rama era muy muy pequeña, podía romperse en cualquier momento. La paloma botada. No tenía miedo. Disfrutaba. Y yo desde mi ventana aplaudí. Como los locos...

Y... en todas estas circunstancias, había un protagonista.

Me pregunto si yo alguna vez puntualmente he podido crear ese recuerdo constructivo en un desconocido. Sería guay...

lunes, 3 de febrero de 2014

Ella sonríe y devora la vida.

Todo eran señales para volver.

1. Positivizando las 3 horas que paso diarias en transporte público, he vuelto a leer.

2. La pesada de mi hermana mayor, no para de machacarme con que no toda mi creatividad puede ir dirigida al tricot y al tricot y al tricot.

3. Pero lo que más me ha hecho volver a las letras es... que 2014 se merece que cuente en primera persona todas las cosas maravillosas que me están pasando. Hay magia en el mundo. Hay caminos que andar, y quedan muchas chinas que esquivar!

A nadie le resulta fácil cambiar de etapa, pero yo creo que yo soy del grupo de personas que se niegan a cambiar, pero que fascinantemente, luego, disfrutan el cambio más que nadie!

Creo que después de Chile todo cambió. Y yo me negué. Y el mundo me empujó al cambio. Pero yo fui reticente. Y ahora... ahora lo he asimilado, y me he adaptado. He dejado la etapa facultativa, he dejado el amor adolescente (no era en la adolescencia, pero lo viví como si lo fuera). Y he empezado a mantenerme a mí misma (económica y psicologicamente).

¿Qué a pasado? Que he ganado. Me he adaptado, y he descubierto una Inma flipante. Capaz. Más capaz de lo que yo pensaba. Adulta, más adulta de lo que yo pensaba. Y coherente, esto en realidad siempre  lo he sabido que lo era, pero no lo aplicaba.

2014 empieza con trabajo (sí, habelos, haylos). Empieza con independencia, y empieza con amor. Todo en un grado de sabor super interesante. Me sabe a vida, me sabe a madurez, me sabe a estabilidad, pero lo mejor, es que se mezcla con ese olor a nuevo, que sólo te dan los libros. Y es que es el olor a escribir la primera hoja de esta nueva etapa. 2 años me ha costado. Dos años para darme cuenta de que había que cerrar el libro anterior! ¡Qué pesada soy! Pero mirandolo con perspectiva, han sido dos años de aprendizaje lleno de colores, colores de transito, pero colores que también olían a vida. No me gusta pasar por la vida, me gusta vivir viviendo.

Y ahora, quiero vivir esto, quiero cada sorbo, cada ráfaga y cada hostia con mucha, mucha intensidad.

Y como siempre, lo mejor, los que viven mi vida conmigo. Sin ellos, no hay vida.

Obrigada, moito obrigada.

PD: Una cosa no quita la otra, en estos 2 añacos de transito han pasado cosas muy molonas. Tengo el corazón rojísimo de pequeños duendes ogilvytos. Y he seguido disfrutando cada sorbito de los que están y no se van! Si es que al final, sin toda esa "peña" nada tiene sentido. Nada.